Literatura, periodismo e historias

16.09.2020

Libros para comprender el conflicto

El conflicto armado en Colombia ha sido un tema que ha permeado todos los aspectos en la vida de los habitantes del país y que ha logrado ser protagonista de reportajes, titulares, ensayos, novelas, películas y muchas otras producciones que nos han mostrado todas las facetas de una guerra que no termina.

Para contextualizar, todo comienza desde las primeras décadas del siglo XX, con los enfrentamientos bipartidistas que llevaron a un periodo conocido como La Violencia, que se asentó con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948, hecho conocido como El bogotazo. 

Desde este momento, el conflicto se agudizó con el surgimiento de guerrillas como las FARC, el ELN, el M-19, y otras que sumieron al país en una violencia que hoy continúa. Una violencia que se llevó líderes políticos, artistas, campesinos y que dejó un saldo de 8'953.000 víctimas en todo el país (Cifras de 2019).

Y así como nos han mostrado el conflicto en varios formatos, también lo hemos leído a través de los libros que se nos han presentado y que han retratado una Colombia sufriente, adolorida; pero también, una Colombia en búsqueda de la paz, de un país que pierde todo, menos la esperanza.

La literatura ha permitido contar una violencia diferente a la que se muestra en medios de comunicación y ha aportado a que Colombia construya memoria histórica. 

"La literatura juega un papel muy importante en Colombia y en el mundo. Porque la literatura es en sí misma memoria histórica, en la medida en que el escritor es un testigo de su siglo y con su conocimiento y sensibilidad plasma los hechos en unas tonalidades que solo él ve a su manera. A veces es hasta clarividente. Hay una clase de literatura, ligada a la crónica periodística y a los relatos bibliográficos, que aportan más en la construcción de memoria histórica porque narran hechos concretos y reales, dejan un legado documentado", explica el periodista Ricardo Aricapa Ardila, quien se ha desempeñado como periodista en Caracol Radio, El Colombiano, El Mundo, la Revista Semana, entre otros.

Algo muy importante que se debe tener en cuenta en este aspecto, es el no confundir la literatura del conflicto con aquella que habla de valores y estéticas populares asociadas a lo narco. Porque, como dice Ricardo Aricapa, la literatura y el periodismo literario lo que han hecho y por lo que deben abogar es por crear narrativas diferentes a esto, diferentes a las de la "violencia cruda y manipulada que nos presentan los medios y nos meten por boca y nariz". 

La función de la literatura con respecto al conflicto armado no solo se relaciona con el texto, sino también con un papel social que permita generar nuevas narrativas y, como explica Aricapa, que incite a los autores a hurgar en las raíces del conflicto para conocer sus motivaciones más hondas . 

La invitación que hace Ricardo es a continuar "escribiendo textos que tengan la suficiente lucidez como para llevar al lector a ver el árbol más allá del bosque". 

Los que escriben el conflicto. 

Si bien los periodistas nos cuentan qué pasa, quienes escriben las historias de la guerra y generan las narrativas del conflicto armado en Colombia son los literatos. Los autores que se han dado a la tarea de hurgar en las raíces del conflicto y contarlo con el realismo mágico que caracteriza a esta porción del mundo. 

La literatura da paso para que la imaginación haga de las suyas e involucre al lector en relatos de una Colombia que es muy diferente en la ciudad y en el campo. La literatura documenta aquello que necesitamos guardar para no repetir los horrores de la guerra. 

Lina Anzola, profesional en Estudios Literarios de la Universidad Pontifica Bolivariana explica que el poder de la literatura a la hora de contar el conflicto colombiano - y cualquier otro conflicto - radica en que estos textos tienen un poder de archivo muy valioso que permite que los relatos perduren en el tiempo. 

El libro conserva en su interior aquello que la oralidad no puede mantener vivo una vez muere quien relata, es así como la literatura ejerce la función de archivo de todas esas memorias de voces que ya no pueden narrar, además, el juego ficcional permitirá que incluso este archivo pase desapercibido de la censura que muchas veces se ejerce a la memoria oral, permitiendo que generaciones a futuro puedan conocer y entender, desde diferentes visiones, aquello que ocurrió en el pasado. 

La escritura, como afirma Lina, es un método que nos permite combatir la falta de memoria para que los sucesos narrados en el texto, sobrevivan al paso del tiempo y para que nos aseguremos de que la historia no se repita, y menos en un país como Colombia que ha sufrido tanto las consecuencias de la guerra. 

Acá es importante el llamado que ella hace a las universidades y a las diferentes facultades a que se brinde a los jóvenes un contexto más integral del conflicto colombiano para que estos sepan qué deben escribir y cómo deben escribirlo.

Tener la oportunidad de narrar el conflicto no debe ser un privilegio de pocos, es necesario para el país escuchar diferentes voces. 

 Por esto, se debe enseñar a los futuros profesionales a contar la historia de quien en su momento no fue escuchado y cuya voz fue silenciada. 

Tenemos que comprender que la literatura no es un privilegio de unos pocos y que, si queremos comprender a cabalidad qué pasó, podemos conocer los hechos que se han dado en nuestro país en más de cien años de conflictos. 

Un texto que sea valioso para la construcción de memoria histórica, según Anzola, debe contar con buenas narraciones que se encaminen a mostrar y enseñar la voz de las víctimas y que sea un faro o una luz en el camino para encontrar la verdad. 


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